Cañas y Barro: 79
none Pág. 79 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Los calafates llamaban al Cubano. Debía emprender pronto el viaje: el viento iba a caer, y si marchaba al Palmar aún tendría que darle a la percha un buen rato. Neleta, con visible turbación, sonreía a toda aquella gente de Catarroja, que la saludaba por haberla visto en su taberna. Tonet se decidió a romper el silencio dirigiéndose a Neleta. Ya que el abuelo no venta, había que embarcar cuanto antes; aquellos hombres tenían razón. Y su voz era ronca, con un temblor de angustia, como si la emoción le apretase la garganta. Neleta se sentó en el centro de la barca, al pie del mástil, empleando como asiento un montón de ovillos, que se aplastaban bajo su peso. Tonet tendió la vela, quedando en cuclillas junto al timón, y la barca comenzó a deslizarse, aleteando la lona contra el mástil con los estremecimientos de la brisa, blanda y moribunda. Pasaban lentamente por el canal, viendo a la última...
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