Apéndice 3. Viajeros por el oriente medieval
Maravillas medievales CUANDO el mundo era desconocido, también era maravilloso. En la Edad Media, cuando el espíritu científico no había despejado todavía ciertas áreas de la fe humana en lo posible, y cuando la generalidad de los hombres ignoraba por completo lo que estaba ocurriendo a unas pocas leguas de su aldea, la maravilla alcanzó todo su auténtico significado. Efectivamente: el término maravilla pertenece de lleno al vocabulario medieval, lo mismo en latín (mirabilia) que en bajo latín (mirbilia, miribilia) y que en las lenguas vulgares, a excepción de la alemana (Wunder, wunderlicht). Pero entonces jamás se utilizaba como sustantivo, tal como se hace hoy en día cuando se habla de «lo maravilloso». Las obras medievales cuyo título remite a la maravilla, pueden ser distribuidas aceptablemente en tres bloques de acuerdo con su contenido. Por una parte, tenemos las maravillas de las antiguas civilizaciones (Mirabilia Romae, de mediados del XII). Por otra parte, encontramos a la maravilla en relación con las curiosidades en general, de modo cuasi enciclopédico, como es el caso del Libre felix de les maravelles del món, de Llulio. Y por fin, tenemos las maravillas geográficas y monstruosas: es el caso de Gervais de Tilbury y sus Mirabilía uniuscuius-que provinciae, en Otía Imperialia (hacia 1210) o el caso del Libro de las Maravillas de Marco Polo. Puesto que nos movemos en las coordenadas del mundo medieval, no debemos dejar a un lado la maravilla religiosa. Y sobre esto hay que decir, primero, que lo maravilloso se transmuta, dentro del terreno de la religión, en lo sobrenatural, y que su materialización corresponde a la categoría de lo milagroso. Pero el milagro, en ese tránsito por lo sobrenatural, acota y tal vez castra un tanto a la maravilla, porque la canoniza y la racionaliza achacándole un solo autor: el Autor divino. Los elementos maravillosos no suelen faltar en la épica ni en la lírica medievales. En el caso del viaje de Marco Polo, como en el de otros muchos libros de viajes de la época, aparecen también con harta frecuencia. Tales elementos, ordenados analógicamente, podrían ser los siguientes: 1. Países y lugares maravillosos: a) Islas (San Barandán, Islas-ballena, Islas-tortuga, etc.) b) Fuentes, arroyos, árboles (el árbol de las hadas de Juana de Arco, etc.) c) Montañas, y sobre todo montañas huecas. 2. Seres humanos o de apariencia humana: a) Hadas. b) Enanos y gigantes. Seres deformes. c) Individuos con irregularidades físicas (los enormes dientes de Henno, los pies de Berthe, la cola de los hombres de Lambri en Marco Polo). 3. Los animales. a) Los auténticos, pero fabulosos (el caballo Bayard, por ejemplo). b) Los imaginarios (dragón, unicornio, grifo, pájaro Roq). 4. Híbridos a) Sirenas, ondinas y xanas. b) Hombres-lobo, hombres con cabeza de perro, etc. c) Autómatas y animales-vegetales. 5. Objetos. a) Fortalecedores (espada, arco, cinturones). b) Protectores (los que conceden la invisibilidad, por ejemplo). c) Productores (el cuerno de la abundancia, la copa, etc.)
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